La batalla de Belchite, 24/08/1937

 
La Batalla de Belchite es una de las batallas más famosas de la Guerra Civil Española (1936-1939). La resistencia épica de los sublevados de derechas o “nacionales” en el pueblo de Belchite consiguió detener la ofensiva del gobierno de la República Española contra la importante ciudad de Zaragoza. La frenética lucha casa por casa entre las tropas de ambos bandos acabó con el pueblo completamente devastado. Belchite nunca se reconstruyó, es una memoria viva de la Guerra Civil. Hoy en día sirve para recordar aquellos trágicos hechos, como atracción de feria para los turistas y como triste hogar para los fantasmas del pasado.

 

 

1 – Antecedentes y contexto histórico:

 

El 18 de julio de 1936 una gran parte del ejército español, dirigido por los generales Sanjurjo, Mola y Franco, se sublevó contra el gobierno de izquierdas del Frente Popular que gobernaba la Segunda república Española (1931-1939). El objetivo de la sublevación era frenar las reformas políticas que dicho gobierno estaba llevando a cabo e instaurar un gobierno conservador de derechas.Los militares sublevados contaban con el apoyo de los partidos políticos de derechas, del movimiento fascista “Falange Española”, de los monárquicos, las milicias carlistas, la Iglesia Católica y de los gobernantes de Alemania e Italia: Hitler y Mussolini.

 

Gracias a la movilización masiva de milicias ciudadanas, armadas y organizadas por sindicatos socialistas y anarquistas (como la CNT) y partidos políticos de izquierdas como el Partido Comunista, la sublevación militar no triunfó en todo el país. Varias regiones, y las principales urbes: Madrid y Barcelona, permanecieron leales al gobierno y con ello España quedó dividida en dos bandos enfrentados a muerte en la guerra civil más sangrienta de la historia de éste país.

 

En la región de Aragón, la sublevación militar, dirigida por el general Cabanellas, fue todo un éxito, ya que consiguió apoderarse de las principales ciudades: Zaragoza, Huesca, Teruel y Jaca. Solo la mitad del territorio rural quedó en manos gubernamentales. A partir de entonces, recuperar esta región se convirtió en uno de los objetivos estratégicos prioritarios de los republicanos. A lo largo del verano de 1936, una columna de milicianos anarquistas provenientes de la vecina región de Cataluña y dirigidos por su líder más carismático: Durruti, intentaron conquistar Zaragoza, pero, finalmente, tras lograr varias ganancias territoriales y llegar a tan solo 22 km de Zaragoza, la ofensiva nacional sobre Madrid hizo que los milicianos anarquistas se trasladaran a la capital para ayudar en su defensa y que se desistiera de realizar nuevas ofensivas a gran escala en el frente de Aragón.

 

En marzo de 1937, tras fracasar en su objetivo prioritario: la conquista de Madrid, el bando nacional, que había elegido ya al general Franco como jefe supremo de los militares sublevados, decide cambiar su objetivo estratégico; pasa a atrincherarse en el frente de Madrid y dirige la mayor parte de sus esfuerzos militares a realizar una ofensiva sobre el Frente Norte, es decir contra las regiones republicanas de Asturias, Cantabria y Vizcaya. Estas regiones estaban aisladas del resto de territorio republicano y mal defendidas. Por otro lado, en conjunto estas regiones tenían industrias y minas de carbón y hierro que eran vitales para el esfuerzo económico de la guerra y para la producción de armamento y municiones. Por ello, su conquista era vital para ambos bandos.

 

Al estar aisladas del resto del territorio republicano, el gobierno de la República poco podía hacer para ayudar a estas regiones del norte. Sin embargo, el gobierno decidió aprovechar la concentración de tropas nacionales en el norte de España para lanzar ofensivas sobre otros frentes menos defendidos y obligar así al enemigo a distraer tropas para su defensa. Por otro lado, estas ofensivas servirían para probar en combate la eficiencia del nuevo “Ejército Popular Republicano”, creado en octubre de 1936 a imagen y semejanza del ejército soviético (con comisarios políticos encargados de disciplinar a las tropas a punta de pistola) como una solución de urgencia ante la ineficacia de las milicias para detener al Ejército Nacional; un ejército mejor armado y equipado, dotado de soldados profesionales, tropas de élite; como era la Legión Española, y de un gran número de mercenarios marroquíes que usaban como carne de cañón para evitar bajas entre sus soldados españoles. Además, los nacionales contaban con la ayuda del Cuerpo de Tropas Voluntarias italianas y de la Legión Cóndor, toda una fuerza aérea enviada por Hitler.

 

La primera ofensiva republicana, acontecida entre el 12 y el 19 de junio de 1937, se produjo en el frente de Aragón y fue dirigida contra la ciudad de Huesca. Pero la escasa preparación militar de las milicias anarquistas, que conformaban el grueso del ataque, dio a lugar a que éste acabara en un costoso fracaso que se cobró gran cantidad de vidas y que no pudo evitar la caída de Vizcaya, en el Frente Norte, en manos nacionales. La segunda ofensiva republicana fue en el frente de Madrid y dio lugar a la “Batalla de Brunete”, acontecida entre el 6 de julio y el 25 de julio y que se saldó con otro fracaso republicano, al no poder avanzar más de 2km en el frente de Madrid y retrasar tan solo un mes la ofensiva nacional en el Norte, que, tras la caída de Vizcaya, se dirigía ahora contra Cantabria(en aquel tiempo denominada provincia de Santander).

 

Con objeto de hacer un nuevo intento de detener las operaciones de los nacionales en el norte de España, el gobierno republicano decidió lanzar una nueva ofensiva en el frente de Aragón. En esta ocasión el estado mayor republicano eligió atacar Zaragoza, con objeto de conquistar esta importante urbe y conseguir con ello aislar al resto de tropas nacionales de Aragón. La importancia de defender Zaragoza interrumpiría los ataques nacionales contra Santander y obligaría a los nacionales a desviar un gran número de tropas a la zona. Sin embargo, un pueblo cercano a Zaragoza se convertiría en el rompeolas donde se estrelló la ofensiva republicana. Su nombre era Belchite.

 

 

2 – La ofensiva contra Zaragoza:

 

Mapa Ofensiva Belchite

 

El peso de la ofensiva contra Zaragoza lo llevaría el denominado “Ejercito del Este”, comandado por el general Sebastián Pozas y compuesto por unos 80.000 soldados republicanos (8 divisiones mas varias brigadas mixtas). Entre estas fuerzas se encontraba el V Cuerpo de Ejército, comandado por el eficiente Juan Modesto y que había acudido desde el frente de Madrid para reforzar el ataque republicano. Gracias a estos refuerzos, el Ejercito del Este agrupaba para la ofensiva a varias de las mejores tropas republicanas, como eran la 11ª división, comandada por Enrique Líster, la 46ª división de “El Campesino”, la 45ª división de Kléber y la 35ª de Walter, estas dos últimas divisiones conformadas por Brigadas Internacionales. Como apoyo, este ejercito contaba con unos 90 aviones, (en su mayoría aviones de caza soviéticos Polikarpov I-15) y con 105 tanques T-26 soviéticos (los mejores tanques que participaron en la contienda).

 

Como un pequeño inciso hay que destacar que las “Brigadas Internacionales” estaban conformadas por voluntarios de todo el mundo que por idealismo habían acudido a España para defender a la República, la democracia y la libertad del pueblo español. Estos jóvenes carecían en su mayoría de formación militar, algunos de sus oficiales habían combatido en la Primera Guerra Mundial, pero poco más. Sin embargo, la República, por motivos propagandísticos usó a estas tropas como autenticas “Brigadas de Choque”, es decir como si fueran soldados expertos en el asalto de posiciones defensivas enemigas, y las mandó como punta de lanza a las batallas más sangrientas. Gran parte de las tropas nacionales se creyeron la propaganda republicana, la mayoría pensaba que eran soldados comunistas rusos y por ello solían fusilar casi siempre a los internacionales que caían en sus manos, ya que para el bando nacional el comunismo era el principal responsable del estallido de la Guerra Civil.

 

Para defender Zaragoza, el general nacional Miguel Ponte contaba con el 5º Cuerpo de Ejército Nacional, compuesto por las divisiones de infantería 50ª, 51ª y 52ª, mas 3 brigadas móviles en reserva. En total más de 70.000 hombres a los que se sumaban 65 aviones alemanes y una compañía de tanques italianos ligeros. Posteriormente se unirían a la batalla 80 aviones italianos (40 cazas Fiat Cr 32, 20 bombarderos Savoia y 20 aviones de transporte) y dos divisiones mas de infantería.

 

El plan de ataque republicano, sobre el papel, consistía en lanzar dos ataques convergentes por ambos flancos, al norte y al sur del río Ebro, con el objeto de cercar la ciudad de Zaragoza y aislarla del resto de fuerzas enemigas. Al mismo tiempo, se lanzaría un tercer ataque por el centro siguiendo la línea del río Ebro y que tendría como objetivo asaltar la ciudad. A estos tres ataques principales se sumarían varios ataques de distracción que tenían el objetivo de confundir al enemigo y evitar que concentrara sus fuerzas frente a los ataques principales. Para llevar a cabo estos objetivos, el ejercito republicano se dividió en varias agrupaciones: la agrupación A, compuesta de cuatro brigadas (122ª,123ª,124ª y 127ª) al mando del mayor Trueba, atacaría Zuera, en el flanco norte con objeto de cortar las comunicaciones entre Zaragoza y Huesca. La agrupación B, compuesta por la 45ª división, al mando del general Kléber, atacaría la localidad de Villamayor, cercana a Zaragoza. La agrupación C, compuesta por dos brigadas (102ª y 120ª) comandadas por el mayor José Hernández de la Mano, avanzaría desde la localidad de Pina para, tras cruzar el Ebro, ayudar a envolver y rodear la localidad de Quinto; uno de los puntos fuertes nacionales, defendido por 1.200 soldados atrincherados en buenas posiciones y dotados de dos baterías de artillería y abundantes morteros y ametralladoras.
La agrupación D, compuesta por el V cuerpo de ejército de Modesto (divisiones 11ª, 35ª y 46ª) mas la 4ª brigada de caballería, atacarían a lo largo del frente situado entre Belchite y Quinto. Por último, una agrupación sin letra, compuesta por la 25ª división republicana, avanzaría en el extremo del flanco sur contra Puebla de Albortón. El resto de brigadas republicanas quedarían en reserva para ser utilizadas posteriormente.

 

El amanecer del 24 de agosto, y sin preparación artillera para favorecer el efecto sorpresa, comenzó la ofensiva republicana. En el sector al norte del Ebro los soldados de la Agrupación A consiguieron conquistar una parte de la localidad de Zuera, cortando con ello la carretera entre Zaragoza y Huesca. La Agrupación B atacó la localidad de Villamayor, aunque se encontró con una tenaz resistencia y no pudo conquistarla. En el sector centro y sur los republicanos avanzaron a buen ritmo, sobrepasando y cercando las localidades de Belchite, Quinto y Codo, donde los nacionales resistían tenazmente (hay que hacer mención especial de los 200 requetés del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat que defendían Codo frente a miles de enemigos y que ganaron la Laureada de San Fernando por dicha acción), para después continuar hasta la línea entre Mediana y Fuentes de Ebro donde se detuvo el avance al encontrar una fuerte resistencia enemiga.

 

Al día siguiente, 25 de agosto, los republicanos intentaron continuar sus avances: en el flanco norte fracasaron los reiterados ataques de la Agrupación B sobre Villamayor, mientras que la Agrupación A perdía sus posiciones en Zuera ante un contraataque que permitió a los nacionales restablecer las comunicaciones por carretera con Zaragoza. En el flanco centro y sur los republicanos conquistaron tras duros combates los pueblos de Quinto (tomado casa por casa por la 15ª Brigada Internacional) y Codo e iniciaron las operaciones contra Belchite. En los días siguientes, 26 y 27, los republicanos consiguieron tomar Villamayor y Puebla de Albortón, mientras continuaban la presión sobre Zuera en el norte, y sobre Fuentes de Ebro en el centro y Belchite en el sur. El destinar un gran número de tropas a la conquista de Belchite impedía que los republicanos pudieran avanzar con todas sus fuerzas contra la línea Mediana-Fuentes de Ebro. Si conseguían superar esta línea, los republicanos conseguirían llegar a las puertas de Zaragoza. Pero, obviamente, los nacionales sabían el peligro que corrían y por ello emplearon todos sus recursos en defender este sector del frente. El día 28 acudieron desde Madrid los primeros refuerzos nacionales: la 150ª división, al mando de Saez de Buruaga, que se desplegó en Fuentes de Ebro y la 13ª división de los nacionales, al mando del general Barrón, que se desplegó a la altura de Mediana, encontrándose con que los republicanos ya habían conquistado la localidad y atrincherándose a las afueras de la misma para defender este sector del frente. También acudieron al frente 80 aviones italianos que empezaron a disputar la superioridad aérea republicana de la que habían gozado los republicanos al inicio de la batalla, una superioridad que tampoco era determinante al ser sus aviones principalmente cazas y tener solo 18 bombarderos con los que apoyar el ataque terrestre.

 

Ni que decir tiene, que la llegada de estos refuerzos nacionales detuvieron la ofensiva republicana sobre Fuentes de Ebro y acabaron con sus esperanzas de conquistar Zaragoza. A partir de entonces, los republicanos se colocarían a la defensiva para defender el terreno ganado y su objetivo principal pasaría a ser la conquista de Belchite. Por su parte, los nacionales, en los días 30-31 de agosto lanzaron una contraofensiva en el flanco norte con objeto de retomar los aledaños de Zuera e intentaron presionar en el flanco sur con objeto de salvar a los asediados defensores de Belchite. Sin embargo, la ofensiva que lanzó la 13ª división de Barrón fue detenida en seco por los defensores republicanos y no logro auxiliar a los defensores de Belchite.

 

Con la caída de ésta localidad en manos republicanas el día 6 de septiembre de 1937 las operaciones militares concluyeron y el frente volvió a quedar en silencio. La ofensiva republicana había acabado en un nuevo fracaso, no había logrado conquistar Zaragoza, ni detener la ofensiva nacional contra Santander, su único logro había sido tomar Belchite y mejorar la línea de frente de cara a futuras operaciones en la zona.

 

El principal motivo del fracaso republicano fue el estancamiento de su ataque en Belchite, Codo y Quinto. Perder el tiempo conquistando estas localidades impidió que los republicanos pudieran avanzar rápidamente y concentrar sus fuerzas para conquistar Fuentes de Ebro y avanzar sobre Zaragoza, permitiendo así a los nacionales traer al frente suficientes refuerzos para detener la ofensiva y alzarse con la victoria. Por otro lado, el desplegar un mayor número de tropas en el flanco sur, dejó al flanco norte, es decir las Agrupaciones A y B, bastante mermado para lograr sus objetivos (que pese a todo lograron), si hubieran tenido más tropas y más apoyo, estas dos agrupaciones podían haber avanzado desde la línea de Villamayor sobre Zaragoza y conseguir amenazar la ciudad directamente.
Un buen resumen de la batalla fue el que hizo el ministro de defensa republicano Indalecio Prieto en un telegrama dirigido al general Pozas: “Tantas fuerzas para tomar cuatro o cinco pueblos no satisfacen ni al Ministerio de Defensa ni a nadie”

 

Belchite por su parte se convirtió en una nueva leyenda épica para el bando nacional. Ahora toca analizar de cerca lo que ocurrió en esta localidad.

 

 

3 – La batalla de Belchite:

 

Como hemos visto en el capitulo anterior, tras los avances republicanos del 24 y 25 de agosto, la localidad de Belchite quedo cercada y alejada del frente nacional. Sin embargo, Belchite, localidad que por entonces contaba con unos 4.000 habitantes, no estaba dispuesta a rendirse. El pueblo en sí estaba bien defendido, contaba con varios puntos fuertes defendidos con ametralladoras, a los que se sumaban barricadas en todas las calles y defensores atrincherados en todas las casas. Al mando de la defensa estaba el teniente coronel Enrique San Martín que contaba para su defensa con unos 6.000 combatientes decididos a resistir hasta la muerte: 2.273 soldados regulares, a los que se sumaban requetés, falangistas y civiles del pueblo armados, que estaban liderados por su alcalde: Ramón Trallero.

 

La conquista de Belchite fue encargada por el mando republicano a dos de sus mejores divisiones: la 11ª de Líster (brigadas 68ª, 9ª y 100ª) y la 35ª del general Walter, conformada por la 32ª brigada y la 11ª y 15ª brigadas internacionales (recordemos que esta última se había distinguido en la conquista de Quinto).
Los primeros ataques republicanos tenían por objeto “apretar” el cerco sobre la población, ocupando para ello las afueras de la misma y obligar a los defensores a concentrarse en el casco urbano. El 29 de agosto los republicanos conquistaron la ermita de El Pueyo, y al día siguiente el vértice Voladico y el cementerio. Por último, el día 31 se conquisto tras duros combates la estación de ferrocarril y la fabrica de aceite consumándose el cerco que constreñía a los defensores al casco urbano.

 

Estas primeras operaciones se complementaron con dos acciones destinadas a desmoralizar a los defensores: el corte de suministro de agua (la ofensiva republicana se había desatado en el verano y los soldados de ambos bandos tenían un enemigo común: el fuerte calor) y los primeros bombardeos del casco urbano. El 1 de septiembre, los republicanos lanzan sobre el pueblo numerosos ataques aéreos, con objeto de “ablandar” las defensas para su posterior asalto. El día 2 los republicanos toman el Seminario y lanzan reiterados asaltos contra el casco urbano. La 15ª Brigada Internacional, apoyada por varios tanques, llega hasta la calle Mayor, entablándose durísimos combates casa por casa. Debido al estallido fortuito de uno de los morteros que usaban los defensores murieron varios de los mandos nacionales, entre ellos el alcalde Ramón Trallero y el comandante Luis Rodríguez Córdova.

 

Al día siguiente los combates se suceden con gran intensidad, sin que los republicanos consigan avanzar más que unos metros. Los defensores nacionales luchan fanáticamente y prefieren morir en su puesto antes que retroceder. La única forma de desalojarles de sus posiciones es tomar cada casa a punta de granada. En esta furiosa lucha bajo el calor del verano y sufriendo el hedor de los cadáveres que pueblan las calles no hay lugar para la piedad y muchas veces los internacionales fusilan a los enemigos que intentan rendirse. El día 4, como medida extrema para doblegar a los defensores, los atacantes proceden al incendió de una parte del pueblo y a la voladura de varias casas. Ningún bando cede y poco a poco la superioridad numérica de los atacantes se hace notar, la mayor parte del pueblo está en sus manos y los defensores solo mantienen un puñado de reductos en torno a la iglesia de San Martín, la iglesia de San Agustín y el ayuntamiento. El día 5 los republicanos conquistan la iglesia de San Martín, el hospital, donde se capturan a 200 heridos enemigos y una parte del ayuntamiento. Su victoria es ya casi completa. Esa misma noche, 300 defensores nacionales liderados por el comandante falangista Joaquín de Santa Pau intentan romper las líneas enemigas con objeto de escapar hacía Zaragoza. Solo unos 80 lo consiguen, muriendo Santa Pau y el resto en el intento o en las afueras de Belchite.

 

El día 6 los republicanos se alzan finalmente con la victoria en Belchite y finaliza la ofensiva sobre Zaragoza. La conquista del pueblo les había costado más de 2.500 bajas entre muertos y heridos. Por contra, habían causando un número similar de bajas entre los defensores y habían capturado 2.411 prisioneros nacionales. Pese a todo, esta victoria intrascendente serviría mucho para alzar la moral republicana, muy dañada tras perder sus territorios en el Norte de España.

 

El 10 de marzo de 1938 las tropas nacionales reconquistarán la localidad. Una vez acabada la guerra, el general Franco instauró su dictadura personalista basada en un nacionalismo católico que rayaba el fanatismo. Franco decidirá los destinos de España hasta su muerte en 1975. Una de sus decisiones fue la de no reconstruir el pueblo de Belchite sino construir uno nuevo al lado, utilizando prisioneros republicanos como mano de obra, y dejar las ruinas del anterior como recuerdo propagandístico de la Guerra Civil. Hoy en día, cualquier turista puede visitarlas y hacerse una idea de lo que fue el combate entre sus calles durante aquella tragedia colectiva que fue la Guerra Civil.

 

Fuente: senderosdelahistoria (Marco Antonio Martín García)

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